Los niños de la Escuela Rural Aucar de la comuna de Quemchi, en la Isla Grande de Chiloé, celebraron la instalación de una antena satelital Starlink para alumnos, profesores y vecinos. La antena blanca, según los niños, parece una nave espacial.
Suena la campana
Hoy es el último día de clases en la Escuela Rural Aucar, de la comuna de Quemchi en Chiloé. Los 62 niños que asisten desde prekinder hasta sexto básico llegan antes de que toque la campana. En el patio, los esperan sus profesores: José Alberto, Mirna, José Esteban, Estivalis y Elizabeth.
Esta es una escuela de excelencia, a pesar de su alto índice de vulnerabilidad. Consiguieron el primer lugar en las pruebas nacionales de matemáticas y lenguaje del SIMCE (Sistema nacional de evaluación de resultados de aprendizaje en Chile). Hoy, celebran la llegada de una antena con conexión satelital, gestionada por UnlimitED (Educación sin límites), iniciativa de Enseña Chile; Benjamín Quiroga, socio del fondo de ciencias y foodtech Humboldt, y Daniel Undurraga, fundador de Cornershop.
El equipo les permitirá tener, desde fines de este año 2021, una conexión estable y de alta velocidad, garantizada por una constelación de satélites instalados en la órbita terrestre por la empresa SpaceX. Esta tecnología permite conectar a sectores rurales y aislados con una internet de vanguardia. De esta manera, la comunidad también podrá acceder a nuevos contenidos educativos que los ayudarán en su inducción al mundo digital.
El director, José Esteban Rojas, mientras busca la broca adecuada para instalar la antena, menciona: "Es tan rica la cultura chilota, que con una buena internet, nuestros estudiantes no solo podrán conocer los museos más reconocidos del mundo, como el Prado o el Louvre, sino que también el mundo los verá a ellos y descubrirán lo valiosos que son".

José Esteban Rojas, director de la Escuela Rural Aucar junto a sus estudiantes
En 2008, unos profesores de EE.UU. llegaron a hacer clases a esta escuela. Eran de la 'Senda Darwin', un área protegida de Chiloé donde se realizan investigaciones científicas sobre ecología y biodiversidad. Ellos, junto a una niña, alumna de la Escuela Rural Aucar, descubrieron un musgo que no estaba catalogado aún. Decidieron llevar el ejemplar al Museo Natural de Nueva York lo bautizaron con el nombre de la estudiante: Pamela Paillaleve.
"Cosas así pasan acá. Estoy muy entusiasmado con lo que podemos seguir logrando con una buena señal. Yo creo en ellos. Sus padres creen en ellos. Y ellos mismos creen en su futuro y potencial", afirma José Esteban.
En este colegio, aunque obtienen resultados de notas ejemplares en las evaluaciones nacionales, no se enfocan solamente en lo intelectual. "Lo que más nos interesa es crear buenas personas. Con valores, amor a su cultura, su gente y sus tradiciones. Eso es lo que más nos importa. Estoy agradecido de despertar cada día frente al mar, eso me recuerda que el horizonte puede ser infinito para todos".
El platillo volador

El técnico sube la antena al techo. Un niño mira la maniobra.
—Parece un platillo volador— dice el alumno Cristopher, mirando hacia arriba.
Mientras tanto, el profesor José Alberto Bahamonde Mancilla sube al entretecho por un pequeño acceso para facilitar los anclajes. Mientras tanto, sus estudiantes de primero y segundo básico dibujan en el clásico programa Paint. Con el cursor del mouse dan rienda suelta a su creatividad: casitas, estrellas y rayos que caen desde el cielo, regalos de Navidad, flechas, nubes, soles, círculos, rayas locas. Entre todos se ayudan. Una profesora los asiste en lo más complicado.
—¿Cómo borro esto?— pregunta Cristopher.
—Clickea en la flecha "retroceder"—contesta Carlitos, su compañero de computador.
—¿Qué dibujaste, Cristopher?— le preguntan.
—Esto es una tarde color naranja y un césped verde y un mar oscuro— contesta el niño.
—¿Dónde es eso?
—En Quemchi, en el Caballo de Troya que está cerca de mi casa.
—¿Qué más te gustaría dibujar?
—A mí lo que me gustaría es jugar en línea con mis amigos, pero no me dejan.
—Porque eres muy chico...
—¡No!, yo soy grande: tengo seis años.
Y en un nuevo documento Paint, dibuja un círculo blanco, como un platillo volador: La antena Starlink y sobre ella, un cielo lleno de estrellas. Todos sonríen bajo la mascarilla, se les nota en los ojos.
Durante el confinamiento adoptado para contrarrestar el avance de la pandemia en 2020, bajo la lluvia torrencial del sur, los estudiantes de Quemchi intentaron conectarse a las aulas virtuales de WhatsApp que los profesores crearon para enseñarles a leer, a escribir, multiplicar, sumar, restar. Todo, con mucha dificultad. No fue hasta abril de 2021 que algunos alumnos volvieron a clases presenciales. Solo en octubre, después de las vacunas, volvieron todos.
El director José Esteban Rojas recuerda ese tiempo: "Los apoderados nos apoyaban todo lo que podían desde casa, pero la señal no era buena. Probamos con varios tipos de antenas y no resultó nunca. De hecho, aún hay dos de ellas como vestigios en el techo. Los profesores teníamos que turnarnos el computador por la señal. Además, como muy pocos niños tenían un dispositivo propio, sumamos el inconveniente de no poder contactarnos con ellos hasta la noche, cuando volvían los padres del trabajo con el celular. Finalmente, conseguimos un fondo del municipio para comprar tablets para todos los alumnos, pero no contábamos con la señal requerida para que pudieran usarlos. Ahora, esta antena satelital nos abre un mundo", señala.
Suena la campana, todos entran a clases. Incluido él.
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